Historia de Sinaloa
Historia de Sinaloa
Antes del contacto con los europeos, el territorio que hoy conocemos como Sinaloa estuvo poblado por un número considerable de pueblos que tuvieron diferenciación lingüística pero con ciertas unidades dialectales comunes. La división indígena del territorio, basada más bien en un cierto respeto a la naturaleza y a la manera de vivirla, persistió al momento de la invasión y a la conquista y así dio origen a tres provincias que se llamaron; Chiametlán, Culiacán y Sinaloa. La vida cotidiana y productiva se desarrolló en las márgenes de los ríos, los cuales fueron su hábitat principal. Los moradores de las tres zonas ya enunciadas fabricaron cerámica de uso ceremonial de notable belleza, enterraron a sus muertos en ollas como si volvieran al vientre materno, practicaron los juegos prehispánicos del ulama, recolectaron miel y frutas silvestres, tejieron mantas, fabricaron pipas de barro, sellos para decorar paredes y telas, cazaron el venado, dejaron su mensaje en petroglifos; signos abstractos grabados en piedra y como todo pueblo que se siente auténtico defendieron su territorio.
El sinaloense prehispánico estaba sujeto en forma determinante a las condiciones ecológicas de su territorio, adaptadas a su medio En lo que hoy es el estado habitaron diversas tribus indígenas entre las que sobresalen Cahítas, Totorames, Pacaxees, Acaxees, Xiximes. La agricultura adquirió otro sentido y junto a la ganadería, como actividades que tienen por objeto la gran producción, se propició el desarrollo de la minería.
Se establecieron otras relaciones de poder y muchos de los pobladores nativos vieron devaluada su humanidad; se impusieron los servicios personales que muchas veces propiciaron relaciones de esclavitud; se introdujo otra relación con lo desconocido y de varios dioses se pasó a uno principal. Se persiguió y exterminó a los dirigentes indígenas, acusándolos de hechiceros. Se consolidó la monogamia como forma familiar y el tributo tuvo como destinatarios a personas que vivían fuera de territorio sinaloense. Se impuso la imagen de un rey al que no se conocía, se empleó la violencia militar para formar pueblos que, en no pocas ocasiones, fueron destruidos, todo ello acompañado por la labor evangélica de las órdenes religiosas, especialmente de los Franciscanos y los Jesuitas.

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